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martes, 15 de enero de 2008

Rapsodia subjetiva.

Me fumo las ganas de volver a verte
en cada cigarrillo que incinera vientos,
en cada bocanada que se ahoga en cuentos
me fumo las ganas de volver a verte.

Me bebo las ganas de fornicar de nuevo
en cada copa en que navego en cueros,
en cada vaso en que se hunden vuelos
me bebo las ganar de fornicar de nuevo.

Me como las ganas de comerte a besos
en cada bocado del que aun reniego
en cada trozo de alimento viejo
me como las ganas de comerte a besos.

Y ya no respiro sin tu aliento fresco
y ya no me duermo sin tu piel de almohada
y ya no me siento sin tu blonda llaga
y ya no lamento sin tu pubis yerto.

Me vuelvo hacia adentro sin tus ojos tiernos
autismo silente enarbolo al cierzo
calor de esquizoide me sutura el cuerpo
si ya no me miran esos ojos bellos.

Por eso no pido más clemencia o duelo
que el verte parir de mi sangre un sueño,
que el verte morir en mi poro inquieto
y verte sangrar hasta hallarme muerto.

miércoles, 9 de enero de 2008

Afuera

Afuera, a la intemperie
los sueños desgarrados
se retuercen moribundos
sin consuelo ni ilusiones.


Dejemos toda ilusión tras las puertas,
adentro, en este cuarto
tú y yo, tan reales, tan creíbles
tan multi-dimensionales
desde el alba hasta el olvido.

Dejemos la ilusión tras la puerta,
adentro, en nuestros ojos,
la censura ya no existe
ha sido degollada por el hacha de reencuentros,
ha sido desintegrada por las luces pasionales
de un incendio de emociones.
Las tristezas de tus ojos,
cicatrices de desplantes e ironías y silencios
son dos grandes fogaradas,
son ardientes llamaradas
que incineran esos vientos
forjados con dolor,
las tristezas de tus ojos
son umbrales al amor
son umbrales, son portales
a la ausencia y al amor.

Ah rencor malvado

Ah rencor malvado
que ahogas a mi princesa
con pericia y con destreza
en un lagrimal salado.

Ah rencor cargado
de culpa y vergüenza tiesa.
De los pies a la cabeza
degüellas todo lo amado.

Ah rencor olvidado
que regresas nuevamente
con tu astucia inclemente
a dañar lo desahuciado.

martes, 8 de enero de 2008

Concubinato. (soneto tridecasílabo)

Concubinato que me esperas en la esquina,
eres conato de cuitas y de alegrías,
eres el sueño que amortaja fantasías,
eres la piedra que apabulla al que camina.

Concubinato que se aleja y se avecina
como un tornado que se viste de agonías
y furibundo, nos esgrime sus manías,
casi alentando la celada que asesina.

Sobre tu seno me desangro, consecuente.
Sobre tu pubis es que exploto, caigo y muero;
soy concubino, fatuo ardor, mal oyente

y soy tu esclavo, entregado en alma y cuero.
Tú eres mi dueña, ligada a mi de por vida
y a esta leyenda, que silente está dormida.

lunes, 7 de enero de 2008

Tristeza oxigenada.

Tristeza indetenible, inquebrantable, inacabable, irrepetible, impostergable, inaguantable;
tristeza etérea, invisible, aviesa, pálida
como la luz de la mañana entre ramales
de árboles de frondosa penumbra.
Como la tiniebla inequívoca
de la noche profunda, cuando más profunda es la noche
y las estrellas han huido despavoridas
a sus guaridas siderales.

Tristeza arácnida de telaraña vacía
sin una vulgar mosca entre sus redes,
tristeza aclimatada a los inviernos tropicales;
de nevados riscos y heladas sombras
en mis venas doloridas
por recuerdos brumosos:
Tañe tus cuerdas de guitarra ausente,
afina tu arpa melodiosa,
toca de nuevo el órgano basílico y templario
del fondo de los sesos.

Que tu concierto sea un soplo
de brisa de venados y tapires
y báquiros en manadas solidarias,
un sonar de cascabeles sin venenos,
un aplauso marítimo a horizontes lejanos e indefinidos,
un aroma de nardos y claveles
en las tierras escondidas del sauce y del ciprés,
un murmullo de chicharras
y un silencio de mendigos.

Que tu concierto sea
latigazo al egoísmo despiadado,
mordida voraz de caimán enfurecido,
zarpazo eficaz de bengala enardecida
tragándose al tigre que le diera un nombre.

Tristeza inconsecuente, impaciente, intransigente, inconsciente y transmutada
en piedra filosofal nunca descubierta,
en santo grial inútilmente humedecido
por sagrada salivación,
en poder de holocausto asteroideo,
sucumbe ante la metamorfosis sublime
que transforma el lúrido arrastre
en majestuoso vuelo...

Da paso a la alegría
tristeza oxigenada.

Uffá

¡UFFÁ!
qué fastidio de día
y qué melancolía;
qué bochorno sin nombre
y qué pesadez de hombre
que soy...
justo hoy
en verdad no me tolero
y lo único que quiero
es deshacerme de mí...

Vieja herida.

No se qué es lo que tiene
este día, que se me viene
bamboleando su claridad
con suma versatilidad.

No se qué es lo que le falta
a este cielo que se esmalta
y se estremece furioso
en un llover tormentoso.

No se qué es lo que pretende
este malestar agrio y allende
mis recuerdos más distantes:
cicatrices despernantes.

No se qué es lo que tiene
el día, que se entretiene
en jurungar la vieja herida
que me causaras, mi vida.

Viernes.

Viernes acuciado,
oscuro y muy goloso,
viernes sedicioso
que abre su costado.


Viernes angustiado,
herido y oprobioso,
viernes que destrozo
cual viento huracanado.

Viernes coronado,
valiente y animoso,
viernes que me gozo
con baile desterrado.

Viernes entre hogueras,
un poco pervertido,
inquieto y consentido,
vedando primaveras.

Viernes de quimera,
de ilusión y olvido,
Viernes comedido
que a Crusoe sirviera.

Viernes maniatado,
viernes fustigante,
que como fiel amante
no rumia lo pasado.

Viernes comediante
último y primero,
viernes que ya espero
mudo y trepidante.

Viernes futbolista
pateando al mundo entero;
no siempre fue certero
tu golpe, viejo artista.

Viernes tempranero,
celoso y mendigante,
famoso y falso amante
del sábado fiestero.

Viernes obsoleto
pleno de guillotinas,
con vestes vespertinas
y caras de concreto.

Viernes insolente
aburrido y ñero,
viernes pelotero
bateándose la frente.

Te vas pero regresas,
y el don que nos profesas
se escurre entre mis canas
hasta las próximas semanas.

Tristes miradas.

Bajo un cielo de azul efervescente
contemplo tu silencio inaccesible,
tu silueta, tu figura invencible
y cotidiana en medio de la gente.


Te me acercas, mirada de simiente
y desnudas mi cuerpo con tus ojos
desvelando; de mi alma, los abrojos.
Yo devuelvo miradas de serpiente.


Una lágrima escapa del momento
cual llovizna lavando mil despojos,
un murmullo cabalga sobre el viento
cual incendio que enciende los antojos
de una paz angustiosa y evasiva
entre seres de vida convulsiva.


Y de regreso al limbo del poniente
me voy solo, llorando amargamente...

Se me subió la depre.

La última caricia en el lecho de muerte,
todas las noches repitiéndose
como un holocausto cotidiano.

Y yo, mi soledad siamesa
y la terrible osadía agorera,
le decimos adiós;
noche a noche,
a tu cruel ausencia.

Sollozos.

Sollozo,
árbol corroído,
desarraigado,
solitario y nebuloso.

Sollozo,
destino sin conciencia,
claustro sempiterno,
poema inacabado
de versos moribundos.

Sollozo,
pálpito arrítmico,
oquedad clandestina,
simiente silenciosa
de gotas de rocío,
en fin;
apenas
tan sólo
un tímido
sollozo.

Soledades silentes.

Ayer
volví a ver
el renacer
de la idiotez...

Mi tez
se confunde,
mientras mi alma se hunde
en un rizo descendente,

y yo impotente
me dejo seducir trágicamente
por la angustia y la depresión;

con inusitado tesón
me desprendo de mí mismo
alienándome en un abismo
de soledades silentes.

¡Cuántos inconvenientes!

Cruel indiferencia

¿Habrá dolor más profundo que el generado
por la cruel indiferencia?
Sentirse estorbo incluso en familia,
ser rechazado una y otra vez
por aquellos seres que nos dieron la vida,
ser apartados, alienados, marginados,
como turpial en jaula enjoyada y vistosa.

Es que hay padres que reniegan de sus propios hijos,
es que hay seres que desplantan al amor mismo,
¿a qué le temen?
¿Es que acaso estos niños piden fortunas?
¡no! tan sólo una caricia,
un abrazo, una sonrisa, una señal
de que en realidad existen
y el mundo sabe que existen.

Lo siento si aquí no me salió un poema
pero la rabia me ofusca,
el dolor me obnubila,
la impotencia me hace estallar
entre la culpa y la vergüenza.

¿Cuántas esperanzas desvanecen en las calles?
¿Cuántos niños se sienten estorbos
en sus propias casas?.
¿Hasta cuándo Dios mío?

¿Habrá mayor tristeza que la de un niño abandonado?;
pues si la hay
es la tristeza de un niño rechazado una y otra vez
por sus propios padres.



Recuerdos de liceo

Diez y diez
y suena el timbre;
tú apagas ese cigarrillo tóxico
y amigable
y sales disparado;
en estrepitosa carrera,
hacia las aulas.

Evades la estampida de estudiantes
toreando con destreza
alumnos y profesores
y finalmente entras a clase.

El profesor Cara de Cañón
te mira de reojo
con disgusto evidente;
mientras tú sonríes con malicia
mirándola a ella;
espléndida y vibrante,
sentada en el primer pupitre
de la larga fila.
La observas buscando su aprobación;
su complicidad,
y ella baja la vista
y mirándose los pies
también sonríe,
levemente
como quien no quiere la cosa.

Y claro,
luego está la otra,
hermosa y pícara,
formosa, popular y bella,
que lo ha hecho con todos
menos contigo...
-"¿será verdad?"
"¿Tan feo soy?"-

Súbitamente,
un descubrimiento importante
te devuelve a la realidad;
alguien te escondió los libros
en una travesura dolorosa;
-"¿Quién sería el desgraciado?
¡Pero lo voy a quebrar!"-

El profesor te hace una pregunta
para devolverte al presente;
y mientras; tú, navegando
en el Mar de la Tranquilidad
allá en la Luna,
dejas de mirar al vacío infinito
y prestas algo de atención...

El profesor te cuestiona nuevamente,
te pones en pie tímidamente,
asustado, evidentemente asustado;
tratas de encontrar una respuesta
que sabes bien que desconoces por completo;
buscas el as bajo la manga
y finges tratar de recordar,
pretendes hacer memoria.
Pero tu memoria se fue de vacaciones
con tu inteligencia,
sin siquiera despedirse de ti...

-¡Siéntese, tiene una nota negativa!-

Y mientras tomas asiento
piensas para tus adentros:

"Pregúntame si me importa; ¡jah!"...

¿Por qué te escondes?

¿Por qué te escondes en esa cantimplora vacía?
-para saciarte la sed-

¿Por qué te escondes en esa nevera tan fría?
-para aplacarte la fiebre-

¿Por qué te escondes en el aire acondicionado?
-para serte brisa-

¿Por qué te escondes en el bombillo apagado?
-para serte luz-

¿Por qué te escondes en el yesquero dorado?
-para calentarte en invierno-

¿Y por qué te escondes en el infierno?
-para sacarte de aquí-

-Todo lo que hago, lo hago por ti...

Nostalgias.

Voy soltando mis poesías como a hojas de laurel,
dejándoselas al viento, ellas viajan en tropel.
No se cuánto he de vivir, no se cuánto he de querer,
y no tengo pura idea de lo que queda por ver.

Van zarpando emociones como barcos de papel,
desde puertos que en mi alma se inundaron sin cuartel.
Se elevan mis pasiones hacia nubes de oropel;
despegando desde mi alma, buscando neo vergel.

No se a cuánto he de aspirar, no se cuánto he de exigir,
me pregunto cuánto tiempo me queda por vivir,
y si el vago tiempo es bueno, y la muerte mi amiga;
tal vez algún reconocimiento yo consiga.

Si la nieve se derrite, despejando el verde,
tal vez; sellando nuevo pacto, contigo acuerde
volver a las colinas floridas de anteayer,
besándote la fuente de do' mana mi poder.

Si alguna de estas estrofas llegaras a leer,
no pienses que son quejas por lo que no pudo ser;
cuestiónate mas bien si algo queda aún por salvar,
si aun quedara un buque en que podamos navegar

Nostalgia Appenninica.

El perfume de los olivares de Visciano
está firmemente atado a mis narices;
las callejuelas y callejones de San Paolo Belsito
se revelan en mis sueños nocturnos;
desde la Nola aplanada y sincera
hasta el pequeño y despoblado Líveri;
desde el antiguo castillo de Lauro
hasta las alturas de Quindici y el valle de Forino,
he aspirado el olor a fresca campiña:
con sus ninfas castañas y brunas, de ojos claros,
con sus robustos e imponentes nogales
flanqueados siempre por avellanos diminutos
-como en un ejército de incautos Davides
amenazando con sus ondas a soberbios filisteos-.

Pompeya enterrada y Pompeya frondosa,
Ercolano sepultado y Ercolano pujante,
Marigliano, Pomigliano, Poggioreale carcelaria,
cuántas remembranzas deambulan
por mi fraudulenta memoria,
abriéndose paso entre mis sueños y pesadillas.

Tanto así me has marcado
tú, la Italia campesina.

La azada en mi mano,
el sudor sobre mi frente,
el secor ajando mi garganta,
mientras aún fondeo alrededor de los cerezos,
de los perales, de los manzanos, nogales y avellanos.
Sendas fosas para el abono;
como en un poético y lucubrador coito
ansimante y delicioso
entre mis manos y tus tierras,
desde la obscuridad de mi alcoba
y la profundidad de mis sueños.

Somma Vesuviana, son tus uvas
la fuente del vino que corre por mis venas.

Campania hermosa, generosa y castigada,
en mi corazón suena aún tu campanada.

Nostalgia Andina.

¡Ah Boconó de mis entrañas!;
en Burbusay comí tus magnas fresas,
en San Rafael amé a tus albas damas,
y en tu abundancia de cascadas
dejé un día mis ansias de gitano.

Valera calurosa,
Betijoque encantador,
Iznotú religioso,
diminuto Trujillo.
Mucuchies siempre frío,
Bailadores siempre verde,
Pico Espejo,
reflejo
de frailejón y nieve.
Páramos de ensueño y aventuras
pletóricos de cascadas y lagunas.

¡Ay qué divino el calentadito!
cuando el frío cala hasta los huesos,
qué ricas las cachapas de maíz tierno,
las arepas de trigo, los dulces de ajonjolí,
el arequipe, el queso de mano,
y esos besitos de coco
que de tus labios comí
lamiéndolos poco a poco.

Andes de mis glorias y penas.
Andes de mis muchos poemas,
anclados a las profundidades de mi alma,
lloraré la cruel ausencia
de tus floridos paisajes
y soñaré con la indulgencia
de tus picachos y honduras
y magníficos parajes.

Heridas palpitantes (depresión)

Hay heridas que no sangran
pero palpitan lo mismo,
son caídas al abismo
de amores que se desangran.

Hay suicidios que no matan
pero asesinan lo mismo,
son gotas de pesimismo,
féretros que almas atan.

Depresión inexpugnable,
sedienta de almas jocosas.
Sorbes prácticas gozosas:
vampiresa despreciable.

Transformas todo en escoria,
dejando el alma vacía,
tan triste, escuálida y fría
como una reseca noria.

Distorsionas realidades...
destruyendo mocedades.

No es para tanto.

-¡No es para tanto, hombre!


No es para tanto; dices,
pero duele,
seca las gargantas
lacera los espíritus
ataca corazones
despoja realidades
de prendas de alegría,
y roba al miserable tiempo
bocanadas de sonrisas
que se desvanecen
entre recuerdos vanos.

Y sí, me desconozco
¿de quién es ese rostro
que veo en el espejo?
¿De quién la cicatriz
que marca los silencios?
¿De quién el espinazo
doblado ante el reencuentro?

Y sí, me desconozco
no soy ese dolor
que suda en mis lamentos,
no soy esa tristeza
que ahoga mis cimientos.
Soy sólo la humareda
que viaja con el viento.

Memorias desgastadas.

Cuántos adioses atormentan nuestras almas,
cuántos silencios envejecen nuestras pieles,
¿cuánta soledad hará falta para crucificar un recuerdo?.



En las piras funestas de memorias desgastadas
arden las angustias y quebrantos
y deseos mutilados por olvidos siderales,
arden las letanías de epitafios repetidos
y se desgastan voluntades
ante el asedio de apatías
intransigentes e invulnerables.



Cuántos adioses sitian nuestras sonrisas,
cuántos silencios emboscan nuestra paz,
¿cuántas lágrimas harán falta para ahogar un recuerdo?.



Memorias, recuerdos, recuentos, remembranzas,
parecen carruseles dándole vueltas al alma.

Alienadas remembranzas nos azotan sin cuartel,
reduciendo a depresiones nuestras ganas de vencer.

Me cansé de luchar.

Me cansé de bregar, de nadar contra corriente;
estoy exhausto, fatigado hasta la obstinación,
y me harté de luchar.

Mejor me dejo arrastrar por las aguas cotidianas
a ver hasta donde me llevan,
total
mientras más me esfuerzo
menos logros consigo...

Total
la vida es un reloj de arena
y los granos se me agotan.
¿A qué bregar, entonces?

Mejor me relajo
y floto de espaldas
bocarriba,
disfrutando del paisaje celeste.

Más reflexiones.

Mar, océano, piélago, mi salitroso amigo.
Orchila de blancas y cálidas arenas.
Mamo, meseta árida y siempre estiva,
de todas las mesetas, la más altiva.

Mergellina, lungomare enamorado a los pies del Vesubio,
gigante dormido, bello durmiente, silente, callado,
perpetuo amenazante que parece domado,
adorado tormento de una ciudad milenaria.

Mar, océano, piélago, mi salitroso amigo,
Oricao y Tarma, Tacoa y Arrecife.
Las Tunitas, que de tunas ya te quedan pocas,
y muy pocas gaviotas, fragatas y pelícanos.

Y en las playas de todo el orbe terrestre:
pedruscos y latas, piedrecillas y vidrios...
vidrios alisados, opacados por el cándido salitre,
se parecen tanto a mi corazón
alisado y opacado por desmanes, desplantes, desengaños.

El patito feo nunca se trocó en cisne real;
el sapo verde jamás se transformó en príncipe azul;
muy a pesar de todos los besos de todas las princesas rosadas
que besaron una y otra vez sus verdes mejillas de sapo.
El sapito se quedó verde y nunca dejó de croar.
Jamás se volvió azul...
Azul marino, ecuóreo, divino,
todo un océano encerrado en una botella de Parfait Amour.
Pero el amor perfecto es Dios
únicamente Dios.
Nadie más que Dios.

Dios: ¿qué pasó con mi media naranja?
alguien se la comió a mis espaldas
o acaso se extinguieron las naranjas.

Si no existe, no importa, dame entonces una media pera,
o una media parchita, o una media manzana
-ni se te ocurra darme una media banana-
o una media toronja, o una media uva...
... aunque sea dame una media tunita
con todo y sus espinas.

Me las calo las espinas,
me las calo
con tal de no envejecer solo...

Maquinaciones.

Te escucho meditativo,
taciturno y algo embriagado;
me siento algo acorralado
y muy poco atractivo.

Quisiera saber qué es lo que clamas,
quisiera entender qué es lo que callas,
quisiera mil nudos de atarrayas
para pescarte entre mis flamas.

Te oigo casi como elucubrando
diez mil maquinaciones mezquinas,
tus besos y caricias divinas
se me escabullen revoloteando.

Te escucho un tanto consternado
como tonto, apacible y abobado
¿a dónde se fue a parar mi voluntad?
¡de vacaciones con tu sinceridad!.

Letanía

Como un epitafio
escribí mi nombre sobre una estrella;
para que pudieras leerlo, mi bella.

Como un ultimátum
dibujaste tu silueta en mi frente,
para que la olvidara de repente.

Como una letanía
yo te llevo colgando de mi cuello,
porque tú eres el recuerdo mas bello

de mi vetusta y lejana soledad:
¡fuiste tú; princesa, mi única verdad!

Gotas de agua.

Escribiré mi nombre
sobre una panela de hielo,
para que sea famoso
al menos entre las gotas de agua;
me aclamarán las multitudes cristalinas
que pueblan los océanos del mundo...

¡Valiente esperanza...!

La bajadita.

Bajo la luz amarilla del bombillo
se delatan tus austeros silencios,
se desatan los vientos del ocaso
grano a grano, gota a gota, toque a toque;
partícula a partícula de tu esencia difuminada
en el contaminado aire que respiro,
se desatan.

Viro
los ojos hacia el espejo
y en su imagen se confunden las miradas
del niño hambriento que lastima,
del hombre fúrico que golpea,
del soldado que asesina,
de la mujer que engañada, llora;
de la madre desvalida y su hijo mutilado,
de la viuda resignada y su esposo soterrado,
del tonto jorobado por los cuernos de una llama,
de la llama que consume un odio impaciente;
confluyen las miradas desesperadas
fundiéndose en una sola mirada de horror y pena y sufrimiento y goce sadomasoquista.


Bajan los peñones como raudos caballeros
empujados por las aguas azufradas y los troncos,
bajan los dolores de los cerros conmovidos
que se quedaron dormidos mucho tiempo;
bajan los lamentos a las urbes insensibles
y en bajada van mis versos de tristeza;
extraviando mi cabeza
por senderos intemporales de monótona melancolía...

¡Es que me agarraste en la bajadita!...
Bendita
Maldita
Bonita
Dañada...



Espejos multiformes.

Espejos multiformes que cuelgan de la ausencia,
como agitados bucles de honda cabellera;
espejos son los nardos que gimen en tu crin.


Espejos asimétricos que muerden el azul,
espejos que se besan, allá en el horizonte,
cielo y mar; mar y cielo:
dos espejos amantes amándose en mi Norte
como rima que lanza su último aliento.


Espejo es tu silencio troquelado en lejanías,
gallardo, venturoso, cimentado en soledades,
orgullo de espejos, espejo es tu conciencia,
tan nítida y brillante, tan clara y descontenta.


Espejo es tu bullicio cincelado en lontananzas,
augusto, esplendoroso, calzado en mocedades,
destello de espejos, espejo es tu presencia,
tan vaga, inexistente, secreta y deficiente.


Espejo, negro espejo
que guardas entre piernas,
provocativo y dúctil,
felpado espejo perla,
espejo coralino
de ópalo o candela,
de llama oscura y vacua,
de cósmica su esencia.


Espejo es tu embelezo:
destellos de mi alma.
Espejo es tu sonrisa
pues yo me espejo en ella.


Espejo es tu donaire
de rosas y gardenias,
espejos multiformes
se cuelgan de tu ausencia.


Yo te quería espejo;
me fuiste dura perla,
yo te quería lucero;
me fuiste pues centella,
yo te quería sonrisa;
me fuiste llanto y tierra.


Espejo es tu donaire
de rosas y gardenias,
espejos multiformes
me cuelgan de tu ausencia.



Colecciono yo espejismos
en tus ojos de estela,
en tu figura ignota
de espejos entre perlas.

Espejos.

Llueven lágrimas de cristal
de tus ojos sufridos
y un espejo dormido
se despierta en tu mirar.

Soy tu rostro,
soy tu angustia y tu esplendor;
soy tristeza,
soy sonrisa y soy dolor,
soy la fuente del amor.

Soy castigo y soy verdugo,
pero también soy consuelo,
pero también soy candor.

No me esperes en la vera
del deseo y la pasión,
soy el hombre que no miente:
búscame en tu corazón

El dolor que camina en sonetillos.

Este dolor que camina
bajo la luna aciaga
es un silencio de daga,
es un bullicio de espina.

Este dolor contamina
como la llama que apaga
esa sonrisa tan vaga
cuando el agua discrimina.

Es un dolor que me brota
como fuente envenenada
desde un sueño de gaviota

aturdida en la explanada;
es tu engaño gota a gota
que erosiona mi alma ajada...

II

Este dolor acechante
que descubre su costado
es el gemir del venado,
es su herida palpitante.

Este dolor agobiante
huidizo y asustado;
de fogueo inusitado
es conflicto despernante.

Este dolor que navega
por la sangre de mis venas
es la hórrida refriega

en un torrente de penas,
es mi esperanza que anega
en tu embalse de condenas..

III


Esta remembranza ignota
es una flor deshojada,
es la tortura ensañada
de tu recuerdo que explota.

Es tu egoísmo que implota
en una tarde cansada,
es tu venganza pausada
vertiéndose gota a gota

sobre una semblanza ajena.
Es un dolor de cayena
de abedul y de cerezo

encendido por un beso
que se guarda en la alacena
como una sacra condena.

IV

Este dolor que se mueve
sobre el filo de una espada
es frío de una nevada
que de tus ojos me llueve.

Es el grito que conmueve
con las lágrimas del hada
que desde la fogarada,
ni nos mira ni se mueve.

Este dolor que deambula
sin ropajes y sin alas
es un enjambre de balas

que impunemente circula
con intenciones muy malas
y el ropaje de una mula.

V


Este dolor que respira
es un llanto de baladas
que se endeuda con tonadas
de sonetos y de lira.

Este dolor que agiganta
mis tormentos y mi cuita
es una cara bonita
con una mente que espanta.

Este dolor trepidante
es la llegada acuciante
de un amor desesperado

que; enseñando su costado
se recuesta a toda hora
en larguísima demora.

El dolor que camina en cuartillas .

El dolor que se avecina 
y que el ánima me apaga
 es un dolor que camina 
bajo la luna aciaga. 

 Es un dolor que me bulle,
 es un dolor que me brama, 
que se acerca y que me huye
 desde el alba hasta la cama. 

 Este dolor que me aúlla,
 este dolor que me gime
 me sacude, me arrulla, 
me aplaza y me exime... 

 Es un dolor que se enciende 
en la ruta equivocada,
 cuando la vida se emprende
 hacia el centro de la nada. 

 Es también la guillotina
 esperando a ser soltada, 
es la esperanza asesina... 
es mi cabeza cortada. 

 Es la inocencia perdida,
 es la certeza bandida 
en los goces de clavadas 
aspiraciones ajadas. 

 Y es también la coartada 
del misterio de la noche, 
es la palabra delgada 
de tu silencio fantoche. 

 Es acaso la cadena, 
el grillete, la atadura, 
el silencio de una escena
 inquietante e insegura.

 Es tu silente mirada 
este dolor que germina
 desde el fondo de la nada, 
que a mi alma contamina. 

 Es un silencio de dagas, 
es un silencio de espinas, 
es un dolor que camina 
sobre el filo de una espada.

De Damocles es la espada
que se cierne sobre sienes
cuando surgen los vaivenes
de una vida destrozada. 

El amor duele

Es amor frágil
ese amor tuyo,
más bien parece
como un murmullo;
como un sollozo
de soledad,
como un clamor
por mi verdad:

El amor duele,
el amor cansa,
y se desprende
mas nunca avanza.

El amor muere,
tal vez descansa
quizá nos hiere
con su alabanza:
dulce recuerdo,
clara esperanza,
que anda buscando
sinceridad.

El amor vuelve,
clava su lanza,
pero resuelve
tu soledad.
¿O no es verdad?

Derroche de oscuridad.

De noche
la noche se trajea; con su vestido
de gala nocturna,
y sale a pasear
con su cosmos galán:
¡Qué derroche de obscuridad!

Anoche
la noche parió su camada de lentejuelas;
de oropel y metal,
y salió luego a jugar
con su cosmos rufián:
¡Qué derroche de obscuridad!

Mi noche
ha extraviado luna y estrellas,
asemeja a las profundidades abisales
de un mar caótico
de partículas cuánticas:
¡Qué derroche de obscuridad!

Cuando fuimos niños.

Cuando fuimos niños
éramos pequeñas estatuillas de Murano adornando los pupitres,
porque al que respiraba mucho o muy fuerte,
las maestras Violeta del mundo le propinaban su sendo reglazo
en la palma de la mano;
o peor, lo arrodillaban en un rincón, en la esquina del muro
sobre semillas de maíz, garbanzos o caraotas.

De nuestras rodillas agrarias
germinaban flores, que se nos enredaban ascendiendo hasta el cielo.

Cuando fuimos niños
reinaba Doña Correa
(en todos los hogares)
siempre acompañada de su fiel y amenazador sirviente:
el señor Hebilla.
Y en una que otra casa
volaban por los aires
-con los motores apagados-
zapatos, tijeras, martillos,
chancletas, peroles, ¡y hasta cuchillos!
¿Dónde estaría la ley de gravedad?
Ausente.

Cuando fuimos niños
a ratos -sólo a ratos-
todo papá era un general tirano,
toda mamá era una déspota bruja,
las maestras eran harpías sedientas de sangre
y las aulas de las escuelas eran calabozos,
vigilados por dragones escupe fuego gigantescos.

Hoy en día es totalmente diferente;
todo ha cambiado, gracias a Dios;
hoy los niños tienen su día del niño,
(que nosotros jamás tuvimos)
y también tienen derechos.

Hoy los infantes no son estatuas de cristal,
tienen permiso para jugar,
reír, gritar, saltar, gozar, cantar,
y claro;
también tienen permiso
de respirar
tan duro como quieran.


Al menos
¡eso espero...!

Claroscuro.

Claroscuro, luz y sombra,
lienzo abstracto que se asombra
porque le admira el pincel.

En las alas de un corcel
van volando anagramas,
cual antiguos epigramas
mordaces y furiosos.

Y con todos los golosos
sentimientos acorazados,
ausentes y alienados,
van abriéndose brecha
estrecha
pero tenaz
a través de un conato de paz.

Audaz
será mi acometida
por un soplo de vida.
Locuaz
fue su último monólogo
y casi como psicólogo,
un par de milenios después,
sigo rumiando,
tragando
palabras jamás anunciadas
a causa de barricadas
de mudez.

Desnudez
en medio de glaciares
y lluvias torrenciales.

Uy, qué frío
y qué condenado hastío.

Casi a tu lado.

Tinieblas tengo hoy en el alma
sin razón alguna.
Será la luna;
su tenue luz,
o la ausencia de estrellas
en esta noche apagada.

En medio de la bruma
vaga hoy mi corazón desnudo
desprotegido, desamparado,
ahogado en llanto,
sin razón alguna,

Será el silencio
de este paraje aislado
casi a tu lado
casi a tu lado.

Canción sin sentido.

Cofres sellados que guardan secretos
de espinas y de agujas y sonetos 
de tristeza. 

Cuánta belleza
tras la luz del candelabro, 
abro 
y no encuentro nada.  

Sideral explanada:
violenta caricatura, 
asfixiante premura 
de prisión insolente. 

No tiene doliente 
esta canción sin sentido. 
Solo el olvido 
tiene la llave del entendimiento. 

Miento 
no es el olvido; 
sino el recuerdo 
creo...

Apego.

Mendigando caricia, por el orbe viaja 
y mientras trabaja con notable pericia, 
le invade la avaricia al encontrar una caja 
repleta de desmanes, repleta de ironías.

 El vende fantasía, nostalgias lejanas pasiones fortuitas y algunas poesía
alienada y vacía. Su nombre es apego, 
si te lo encuentras nada le compres, 
pues al quitarse la mascara de amor 
que blasona con horror 
muestra su verdadera identidad 
Odio... Esa es su verdad...

Añicos

Añicos en el suelo, añicos en el alma,
añicos esparcidos por tierras hoy en calma.
Añicos que recuerdan querellas del pasado,
retazos de un adiós: ¡dolor despedazado!

Pedazos de mil vidas, no siempre ilusionadas,
son trozos de memorias, de sueños de cascada.
Añicos en el piso, añicos en la mente;
retazos de un ayer que vuelve inconsecuente.

Añicos esparcidos regresan en tropel:
enjambres de rencores que bajan de Babel;
pegándose a mi cuerpo, rasgándose en mi piel.


Amor que te deshaces.

No quiero dejar de amarte
porque tú eres blonda espiga
y yo soy viento latente
desde que me enamoraste.

No quiero que me duelan tus recuerdos;
ni quiero apagar tus remembranzas:
tú eras un brocado en manto de estrellas
y abrigo para mi cuerpo dolido.
¿Cómo podría yo olvidarte
si te tengo estampada en todas partes?

Amor que te deshaces
llevándote mi esmero,
mi sonrisa y tu fragancia
a profundidades de cal;
no olvides que te quiero...

Lo nuestro fue reverbero,
suave y paciente tonada
que tuve el valor de tocar
en cada uno de los espasmos
que tuve a bien regalarte.

¡No!, ¡nooooooooooooo!
me niego a borrarte totalmente
de mi alma gitana y navegante;
si no te fui buen amante
lo siento, perdona, regresa...
Princesa
vuelve aquí,
no me causes este intolerable dolor;
ya no huyas, y déjate por siempre amar...
¡por favor!.

Amor de hojilla.

Aguardo
un silencio de ultramar
que se dispara hacia ultratumba,
en tus ojos de abedul.

Espero
una caricia viandante
galopando sobre vientos alisios
hacia un recuerdo ausente.

Ansío
el volumen de tu prosa,
la diafanidad de tu verso,
la nitidez de tu aliento
en mi mejilla.

La hojilla
empuñada por palabras indelebles
es el único amor que me evoca
un palpitar de alamedas,
un tiritar de manzanares,
un pendular de nogales,
un balancearse de pinedas heridas por la nieve.

Aguardo
un silencio de ultramar
que se extiende hacia ultratumba
en tus labios de oropel.

Adustos.

Adusto el sereno que yace silente,
adusta corriente trayendo veneno,
adusto el terreno que traga simiente,
adusta la fuente que baña lo ameno.


Adusto el recodo del alma gitana,
adusta pagana cubriendo su codo,
adusto el apodo que nunca engalana,
adusta la lana, adusto su modo.

Adusta mi alma vertida en desierto,
adusto el concierto que no ofrece calma,
adusta la salma, adusto su incierto
dolor que se empalma al grito que vierto...

Adusto este susto:
disgusto
con gusto.

Acontecimientos cotidianos.

Traes silencios de amapola
y frescuras de apamate;
en Burbusay se adueñaron las fresas de tus labios,
de modo que tus besos se hicieron amargura...
Por las rojas fresas borboteantes,
tus ardientes besos amargosos
curtieron con hiel mi palabra.

Pero fue en Tabay;
sobre aguas azufreras,
que le diste golpe de estado
a mi corazón sesgado
por un mazazo polar
de viento norteño.

El cierzo mudó a ciervo
y en su velluda cornamenta
miraban los ojos nocturnos
al esplendor de una estrella
lejana, infinita, certera,
caída al abismo inconmensurable
de una magna ciencia
sin más conciencia
que el poder del progreso.

Regreso
yo a mis albas primaveras
en bosques de abedules y cipreses
y cedros, sauces, pinedas
desgastadas por evos intemporales...

Los cirios los puse allí
para que alumbraran las tinieblas
que del alma ignara e ignota
seducen al viandante montaraz.

Es un eco espeluznante
el tintineo de campanas como órganos
de templos:
catedrales, basílicas, iglesias,
sinagogas, mezquitas, salones del reino
exigiendo almas como si fueran prendas
de vestir.

Yo, por mi parte, no exijo más
que una sonrisa...
en tu mirada
de amante amada.

A la defensiva


Qué difícil resulta aprehender esta epopeya,
épica proeza
de entender esta vida que nos toca cargar
como fardo, como cruz,
y cambiarla, aunque sea un poquito,
antes de que ella nos transmute a nosotros.

Y qué difícil es aprehender esta epopeya,
épica proeza
de entender a las parejas que nos toca abrazar
como a tunas, como a cardos,
y amarlas incondicionalmente, tal como son,
y lograr que el mundo nos acepte tal como somos,
sin máscaras, sin secretos, sin mentiras necesarias,
sin modificar ni tan siquiera un ápice
de estas enrolladas personalidades
que desenvainamos amenazantes.

Seguiremos lanzando cuchillos, cual si fueran cumplidos,
seguiremos arrojando "te amos" cual si fueran puñales,
y seguiremos a la defensiva,
atrincherados
detrás de caretas carnavalescas;
amurallados
detrás de sendas barricadas emocionales,
siempre a la defensiva,
como si hubiera un ensañado depredador
asechándonos,
emboscándonos
perpetuamente.

Son nuestros fantasmas, tigres dientes de sable
etéreos y vagos
pero siempre tan eficaces.
Nos amenazan,
nos tiranizan,
nos esclavizan,
obligándonos a acometer sendas vanas
y trochas mordaces;
con las manos tapándonos los ojos:
para no ver lo inevitable,
para olvidar lo irremediable.