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lunes, 30 de junio de 2008

O morir renunciado de tu endeble querer

Pasaré por tu casa como un viento nevado,
con el álgido frío que en mi alma has dejado;
te traeré mi silueta adornada de hastío,
con guirnaldas cenizas y un dolor ya vacío.

Pasearé mis recuerdos por tus ansias de olvidos,
lloviznando mis cuitas de tesoros perdidos
y frugales deseos volverán a llover
sobre este desierto que se llama “querer”.

Pasaré por tu vida como el cierzo y el frío;
empeñando caricias del abrazo bravío
que dejara en tu puerta mi cansancio soez,
y mirando tu aroma, pediré otro “tal vez”.

Te seré bucanero, astronauta o mendigo,
te seré aquél silencio de aquél canto de amigo
que se bate en las noches por un mal proceder
y quizás me amilane por otro agrio “volver”.

Tu recuerdo me incita, mi pasión se escabulle
por rendijas silentes de mi sangre que bulle,
y no queda otra gesta que intentar renacer
en tus brazos de fiesta, en tus ojos de miel,
y en los besos que viajan de tu labio a mi piel,
o morir renunciado de tu endeble querer.

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