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jueves, 8 de marzo de 2012

Soledad Llanera


Bajo una luna dorada
a dos pasos del estero
bailan chigüire  y caimán
la danza del carnicero;
que es danza de vida y muerte.
Y alza el vuelo la bandada
de flamencos y de garzas
mientras sopla un viento fuerte
entre espigas de cebada
y entre las moras de zarzas.

Ya un cardenal se me esconde;
tremebundo y aterido,
en el pecho de su nido
y un azulejo se aleja
con el canto de un turpial
hacia  el viejo algodonal
que está detrás de mi oreja
mientras pregunto en dónde
dejé mi beso ceñido
si en la piel de tus valores
o en los labios de las flores.

Bajo una luna dorada
toca el cielo sus tambores:
si está llorando dolores
será que perdí; bien amada,
lo mejor de tus favores.

Y con tantos sin sabores
entre grillos y cigarras
con su estruendo de lamentos
se nos cubre de gabarras
la inmensidad de este llano
al caer los firmamentos.
Y las libélulas rozan
con su abdomen los estanques
con sus vuelos tan rasantes
que asemejan mi amorío;
pues casi me estrello en tu vientre
tiritando…triste y frío
mientras desbordose el río
de mis pasiones truncadas
por fatalista vertiente
en que hundí mis llamaradas.

El festín de los caimanes
es reflejo de mi sino;
Soledad es mi destino;
naufragado en mis desmanes…

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