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lunes, 7 de enero de 2008

Acontecimientos cotidianos.

Traes silencios de amapola
y frescuras de apamate;
en Burbusay se adueñaron las fresas de tus labios,
de modo que tus besos se hicieron amargura...
Por las rojas fresas borboteantes,
tus ardientes besos amargosos
curtieron con hiel mi palabra.

Pero fue en Tabay;
sobre aguas azufreras,
que le diste golpe de estado
a mi corazón sesgado
por un mazazo polar
de viento norteño.

El cierzo mudó a ciervo
y en su velluda cornamenta
miraban los ojos nocturnos
al esplendor de una estrella
lejana, infinita, certera,
caída al abismo inconmensurable
de una magna ciencia
sin más conciencia
que el poder del progreso.

Regreso
yo a mis albas primaveras
en bosques de abedules y cipreses
y cedros, sauces, pinedas
desgastadas por evos intemporales...

Los cirios los puse allí
para que alumbraran las tinieblas
que del alma ignara e ignota
seducen al viandante montaraz.

Es un eco espeluznante
el tintineo de campanas como órganos
de templos:
catedrales, basílicas, iglesias,
sinagogas, mezquitas, salones del reino
exigiendo almas como si fueran prendas
de vestir.

Yo, por mi parte, no exijo más
que una sonrisa...
en tu mirada
de amante amada.

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